Artículo de opinión de Matias Giannini, CEO de HORSE Powertrain.
Entre 2021 y 2023, las principales marcas automovilísticas del mundo anunciaron inversiones por valor de 265.000 millones de euros en vehículos eléctricos, baterías y tecnología de carga. Muchos de esos planes partieron de una premisa clara: que los vehículos eléctricos de batería (BEV) sustituirían por completo a los híbridos y a los modelos de combustión.
Sin embargo, la realidad ha tomado otro rumbo. Los híbridos no solo no están siendo reemplazados, sino que están creciendo con fuerza como categoría. Según la Agencia Internacional de la Energía, las ventas globales de BEV crecieron un sólido 13,7% eN 2024, alcanzando los 10,8 millones de unidades. Pero lo realmente sorprendente fue el incremento del 54,8% en las ventas de híbridos enchufables (PHEV), que superaron los 6,5 millones de unidades.
Este renovado interés por los híbridos sugiere que coexistirán con los BEV durante muchos años. Y plantea un dilema evidente: ¿qué deben hacer los fabricantes con las hojas de ruta diseñadas para un futuro 100% BEV? Con miles de millones comprometidos, dar marcha atrás no es viable. Y, por el bien del planeta, desaprovechar esta oportunidad histórica para descarbonizar el transporte sería inaceptable.
A comienzos de este año, en el Salón del Automóvil de Shanghái, presentamos una solución que puede parecer contraintuitiva, pero que creemos firmemente que es el camino más pragmático para acelerar la adopción del vehículo eléctrico sin dejar de reducir las emisiones globales: convertir los BEV en híbridos.
Para entender esta propuesta, hay que contextualizarla dentro de una creencia histórica de la industria: que el mercado tenderá a un único sistema de propulsión dominante. En el siglo XX, fue el motor de combustión interna (ICE). En el XXI, se asumía que lo serían los BEV. La razón: la complejidad técnica y económica de operar con distintas tecnologías a la vez.
Cada sistema de propulsión requiere componentes, materias primas, conocimientos técnicos y líneas de producción distintas. Multiplicar opciones implica multiplicar costes y concentrar recursos en áreas que el consumidor rara vez valora, como la arquitectura del tren motriz. Pero esta lógica de oferta choca con la realidad del mercado: los consumidores siguen demandando modelos híbridos y de combustión.
Lejos de ser una etapa transitoria, los híbridos serán una parte relevante de las ventas mundiales durante décadas. En 2035, se estima que los vehículos con motor de combustión aún representarán al menos la mitad del mercado. Esto plantea un gran dilema estratégico: si los fabricantes quieren atender esta demanda, deben desviar recursos de los BEV; si no lo hacen, arriesgan sus objetivos comerciales.
Existe, sin embargo, una tercera vía: repensar la forma de producir híbridos y BEV. Hasta ahora, la industria ha asumido que ambos requieren procesos paralelos porque sus arquitecturas son diferentes. Los BEV prescinden de motor, radiador y transmisión convencional, lo que les permite ser más compactos y aerodinámicos. Por eso, la hibridación se ha centrado en añadir componentes eléctricos a coches de combustión, no al revés.
El resultado: plataformas híbridas y BEV distintas, con sus correspondientes líneas de montaje y cadenas de suministro separadas. ¿Y si cambiamos el enfoque? ¿Y si pudiéramos diseñar trenes motrices híbridos compactos que cupieran en los compartimentos delanteros de un BEV? En otras palabras: ¿y si los BEV pudieran convertirse en híbridos?
En el Salón de Shanghái presentamos nuestro “concepto híbrido del futuro”, que lanzaremos en 2028. Se trata de una innovadora unidad compacta que combina motor y transmisión en un único bloque, lo suficientemente pequeño como para integrarse en la arquitectura frontal de un BEV. Gracias a esta solución, los fabricantes podrán convertir sus modelos eléctricos en híbridos sin necesidad de plataformas adicionales, sin duplicar costes y aprovechando al máximo sus inversiones en BEV.
Hibridar un BEV puede sonar a paso atrás. Pero es justo lo contrario. Permite seguir desarrollando y optimizando modelos eléctricos sin renunciar a las ventas que garantizan los híbridos. Amplía la vida útil de las plataformas BEV, mejora el retorno de la inversión, y da tiempo para seguir perfeccionando la tecnología y ganar la confianza de los consumidores.
Además, ofrece una vía de entrada al ecosistema eléctrico para conductores que aún no dan el paso al 100% BEV. Un BEV hibridado mantiene muchas de las cualidades que hacen tan placentera su conducción —silencio, suavidad, eficiencia—, a la vez que elimina la ansiedad por la autonomía.
Por el bien del planeta, los BEV deben ser el futuro. Pero para llegar allí, necesitamos transiciones inteligentes. Hibridar los BEV no es renunciar a ese futuro, es facilitarlo. Una solución innovadora que permite a la industria avanzar sin sacrificar ni ambición climática ni rentabilidad.
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