El impulso de la movilidad ecológica en Europa se topa con la realidad económica

Mientras Europa revisa su mandato sobre vehículos de emisiones cero para 2035, se enfrenta a una cuestión más profunda: ¿cómo liderará la transición ecológica sin perder su fortaleza industrial? Con esta cuestión comienza a desarrollar Benjamin Krieger, secretario general de CLEPA, su último editorial que, a continuación, reproducimos.

El motor económico de Europa, la industria automovilística, se enfrenta a un pastel de cargas que amenazan su futuro. A nivel externo, el aumento del proteccionismo y la volatilidad de las condiciones comerciales hacen que la planificación sea más impredecible. Internamente, el ambicioso marco normativo de la UE en materia de CO₂ obliga a un cambio tecnológico que no está respaldado por las realidades del mercado ni de la tecnología. Esta mezcla tóxica es algo más que un reto de transición para la industria del automóvil. Es una prueba de si Europa puede mantener su relevancia global durante el cambio hacia un futuro más sostenible.

La realidad actual es aleccionadora. Los proveedores se enfrentan a márgenes cada vez más estrechos y las pequeñas y medianas empresas se enfrentan cada vez más a la quiebra. Los costes del cumplimiento de las normas sobre emisiones de carbono aumentan y las barreras comerciales se multiplican. La inversión se ralentiza y las empresas reconsideran su huella en Europa en favor de entornos más predecibles y rentables. La pérdida de puestos de trabajo ya no es sólo un riesgo: es una realidad que afecta a miles de empleados de toda la cadena de suministro, desde trabajadores cualificados de planta hasta ingenieros certificados. Cuando la energía, la mano de obra y el cumplimiento de la normativa tienen un precio elevado, debemos preguntarnos: ¿qué ventajas competitivas ofrece Europa?

Mientras tanto, las tensiones geopolíticas van en aumento. Una serie de nuevos aranceles estadounidenses ya ha perturbado los flujos comerciales, mientras que las relaciones con China están marcadas por la igualdad de condiciones y la dependencia de la cadena de suministro. Las restricciones de represalia de China a la exportación de materias primas críticas, incluidas las tierras raras esenciales para los vehículos eléctricos, subrayan lo vulnerable que es realmente la autonomía industrial de Europa.

Se trata nada menos que de una llamada de atención. Sin una respuesta bien coordinada, Europa corre el riesgo de quedar atrapada entre la extralimitación política y la perturbación del comercio mundial. La reciente reducción de las sanciones por emisiones de CO₂ de los fabricantes de automóviles es bienvenida, pero temporal. No puede corregir una trayectoria normativa que amenaza con socavar la innovación y la inversión futuras.

El Plan de Acción del Automóvil presentado por la Comisión Europea en marzo reconoce la importancia estratégica del sector. Pero las buenas intenciones no bastan. Los recientes Diálogos Estratégicos deben traducirse ahora en medidas estratégicas. Lo que hay sobre la mesa hasta ahora carece de la perspectiva, la escala y la ambición necesarias para garantizar el liderazgo industrial de Europa en las próximas décadas. Esto significará menos oportunidades de empleo para los jóvenes europeos, menos creación de valor dentro del mercado único de la UE y, en última instancia, menos ingresos fiscales para los Estados miembros de la UE.

Para cambiar de rumbo, son fundamentales tres cuestiones

1. Ratificar los acuerdos comerciales y restablecer nuestras principales relaciones comerciales.

Debemos restablecer la igualdad de condiciones en la relación comercial con China y garantizar el acceso recíproco al mercado en condiciones justas. Un acuerdo comercial equilibrado entre la UE y EE.UU. será fundamental para ambas partes; las represalias deben ser selectivas y servir únicamente para aumentar las posibilidades de un resultado negociado. Una escalada arancelaria prolongada no hará sino alimentar la inestabilidad y debemos evitar que las represalias golpeen predominantemente dos veces a las empresas europeas. Por último, apoyar la diversificación mediante la ratificación y negociación de acuerdos comerciales, incluido el acuerdo de Mercosur.

2. Adoptar un enfoque abierto a la tecnología para la regulación del CO₂.

Esto incluye apoyar los combustibles sostenibles, las tecnologías de hidrógeno y las soluciones híbridas junto con los vehículos eléctricos de batería (BEV). Si se impone una solución tecnológica, se corre el riesgo de pasar por alto otras. Los BEV son esenciales, pero no exclusivos. Las normas demasiado prescriptivas ignoran la preparación del mercado, limitan la innovación y aumentan los costes. Ahora se prevé que la producción de BEV y PHEV en 2025 se quede corta en más de 1,25 millones de unidades en comparación con las expectativas de hace solo dos años, en parte debido a la incertidumbre regulatoria y fiscal.

3. Anclar la ambición climática en la realidad industrial

Los objetivos climáticos de la UE deben alcanzarse al mismo tiempo que se garantiza la capacidad industrial y las cadenas de suministro. Ya sea para baterías, motores de vehículos eléctricos o el motor de combustión interna modernizado. La autonomía estratégica depende de la pluralidad y resistencia tecnológicas.

CLEPA y sus miembros se han comprometido a trabajar con las instituciones de la UE para forjar una transición ecológica que no sólo sea climáticamente inteligente, sino también económicamente viable y competitiva a escala mundial. Las decisiones que se tomen ahora definirán el lugar de Europa en el orden industrial mundial. Asegurémonos de no mirar atrás en 2035 preguntándonos: ¿por qué perdimos aquello sobre lo que teníamos el poder de proteger?